Lo atroz me correspondía por derecho, ¿qué más podía desear? Tenía un alma de lobo y mi ferocidad se nutría de sí misma, me llenaba, me halagaba: era, en suma, el más feliz de los licántropos. Aspiraba a la gloria, y me apartaba de ella simultáneamente: obtenida, ¿cuál era su valor, me decía, si sólo nos distingue y nos destaca en las generaciones presentes y futuras pero nos excluye del pasado? ¿De qué sirve ser conocido si antaño no lo fue uno de tal sabio o de tal loco, de un Marco Aurelio o de un Nerón? No habremos existido nunca para tantos de nuestros ídolos, nuestro nombre no habrá perturbado a nadie de los siglos anteriores, ¿qué importan los que vienen después?, ¿qué importa el futuro, esa mitad del tiempo, para quien enloquece por la eternidad?
E.M. CIORAN - Histoire et utopie - 1960
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