lunes, 17 de noviembre de 2008

Ultimas cartas desde la locura






















Hoy he visto uno de esos dibujos que se ha vuelto muy negro y demasiado melancólico para la primavera, pero en fin, suceda lo que suceda y en cualesquiera circunstancias ésta es una cosa que puedo conservar mucho tiempo como ocupación; y en cierto modo hasta podría llegar a ser un medio de ganarme el pan...

Tengo una cierta esperanza de que, con lo que en suma sé de mi arte, llegará un día en el cual produciré, aun cuando sea en el asilo. ¿De qué me serviría la vida ficticia de artista en París, con la cual no viviría engañado más que a medias y para lo cual me falta además, la audacia primitiva indispensable para arrojarme?

Físicamente es asombroso lo bien que me encuentro; pero no hasta de ningún modo para considerarlo punto de apoyo, para creer que sea lo mismo mentalmente.

Me gustaría mucho, cuando allí ya empezaran a conocerme, probar a convertirme en enfermero poco a poco; en fin, trabajar no importa en qué y recobrar ocupación -la primera que venga. Tendré terriblemente necesidad del tío Pangloss, porque naturalmente sucederá que me volveré a enamorar. El alcohol y el tabaco tienen, esto de bueno o de malo -es un poco relativo esto - que son antiafrodisíacos, habría de nombrarlos, creo. No siempre despreciables en el ejercicio de las bellas artes. En fin, allí me tocará la necesidad de olvidarme por completo de mentir. Porque la virtud y la sobriedad, mucho temo, me arrastrarían a esos parajes donde por lo general acabo perdiendo inmediatamente la brújula y donde esta vez debo tratar de sentir menos pasión y más bondad.

Lo posible pasional significa poco para mí; en tanto que sin embargo queda, me atrevo a creer, la potencia de sentirse ligado a los otros seres humanos con los cuales hay que vivir.